viernes, 27 de abril de 2012

Reaganautas 2, XI - 26 de abril de 2012



Una semana más, toda la actualidad, la escatología y el alarmismo ínformativo y político en Reaganautas, el último bastión de la libertad radiofónica en las ondas. Esta semana, John Randall Hoth nos cuenta con todo lujo de detalles los sucesos más alarmantes de los Estados Unidos y el mundo. Timmy 'el Botas' analizará varias informaciones que apuntan directamente al inicio del rapto. Jerry Conway desvelará datos sorprendentes de su pasado con Timmy en Miami. Y Sveta Sokolova recibirá una inesperada llamada de una tal señorita Coyote.

Todo esto, acción, disparos, abusos laborales y comidas de muerte, en una hora más de libertad radiofónica y patriotica directa para sus orejas.

viernes, 20 de abril de 2012

Reaganautas 2, X - 19 de abril de 2012



Una semana más Reaganautas de paso a toda la actualidad, terror, alarmismo e indecencia informativa. En este programa, John Randall Hoth nos hablará del escándalo de los servicios de seguridad en la Cumbre de las Américas y de los actos heroicos de Corey Booker, alcalde de Newark. Timmy 'el botas' traré todas las noticias más escalofriantes de la semana. Jimmy Weaver realizará expondrá una serie de consejos para llevar a buen puerto un narcoestado. Y Jerry 'el gurú' Conway analizará toda la realidad tras la Cumbre de las Américas y el incidente de una monarquía europea en Botswana gracias a nuestra invitada Cindy Rashaad.

Todo esto más sangre, sudor y lágrimas en una semana de auténtica acción, noticias y trepidantes conspiraciones políticas demócratas directamente para sus orejas.

martes, 17 de abril de 2012

Eisner no quiso contratarme (III) – Vietnam, la serie animada

En el verano de 1972, tras diez largos años de servicio y seis años sin pisar Norteamérica, me licencié y regresé a casa. El ‘Coronel de las Fuerzas Aéreas’ John Randall Hoth se había quedado en simple, Sgt. de intendencia Hoth. Nunca llegué a pilotar nada parecido a un avión ni a cumplir mis sueños de heroísmo bélico, pero no se puede decir que mis años en el ejército fuesen una pérdida de tiempo. Había ahorrado una buena cantidad de dinero y había aprendido a usar una radio. Así que en cuanto volví, no dudé en cambiar mis aspiraciones, fijándome en los medios de comunicación.

 No era para nada como en Good Morning Vietnam...

En Des Moines, logré convencer al director de la emisora local WHO News Radio para que me contratase, algo que para mí fue el mayor éxito de mi vida (los auténticos Reaganautas sabrán por qué fue tan importante trabajar concretamente en esta emisora para mí). Allí narré frente a un micrófono algunas de las noticias más importantes de la historia de América y del mundo, como los atentados de Munich o la entrada de las tropas norvietnamitas en Saigón. Pero para finales de 1975, la buena emisora local se había quedado un poco pequeña para mí, así que decidí dar el gran salto e instalarme en Nueva York para probar suerte en los medios de allí.

Los mejores empezamos en WHO Radio.

Nada más llegar, empecé a trabajar en una radio fórmula bastante mediocre en la que ni siquiera hablaba y me limitaba a hacer labores técnicas. La situación era lo suficientemente mierdosa como para que no quisiese quedarme allí y probé suerte en todas las estaciones informativas que pude. Pero no había manera. Mi experiencia en la WHO de Des Moines y un módulo de radio en el ejército no eran suficientes para la mayoría de las emisoras. Tiempo después descubrí que la emisora para la que trabajaba, la MusicRadio 77, que pertenecía a la cadena ABC, estaba en todo momento bajo la supervisión directa de un directivo estirado y con cara maquiavélica llamado Michael Eisner. No me cuesta demasiado sospechar que él tuvo algo que ver con el sabotaje sistemático de mis aspiraciones a trabajar en algún medio informativo, por lo que se podría considerar el primer boicot a mi carrera, pero en aquel momento no fui consciente.

Sin embargo, al cabo de unos meses, tuve la suerte de conocer a un predicador evangelista que por aquella época contaba con una influencia creciente en los medios de comunicación. Se trataba de Pat Robertson. Aunque yo nunca he tenido demasiadas preocupaciones por lo que piensa o deja de pensar Dios, Robertson y yo trabamos una buena amistad inmediatamente. Colaboré un tiempo en algunos medios de la Christian Broadcasting Network y, en 1977, Robertson me convención para matricularme en la Regent University, un centro de estudios que el predicador había establecido con su propio dinero en Virginia. No se puede decir que en aquella época yo tuviese edad para se un universitario, pero Robertson me convención de que si quería crecer en los medios de comunicación, me haría falta contar con una titulación.

Pattie siempre se las gastó de esta guisa.

El caso es que allí, en lugar de aprender nada útil, lo que me dediqué a hacer fue ver dibujos animados con mensajes bíblicos, aprender algo sobre animación y a realizar guiones para series de televisión y largometrajes. Mientras tanto, continuaba en la CBN haciendo campaña contra Jimmy Carter, primero, y a favor de Ronald Reagan después, durante las primarias republicanas y las elecciones presidenciales de 1980. Para 1982, Reagan ya ocupaba la Casa Blanca, yo contaba con mi título en comunicaciones y, dado que la televisión me aburría enormemente, decidí cambiar de aires y probar suerte en otros ámbitos con una idea que, en mi opinión, me habría catapultado directamente al éxito. ¡Una serie de dibujos animados sobre Vietnam!

La idea estaba bastante clara en mi cabeza. Se trataba de una serie que narraría las aventuras de una serie de soldados americanos en Vietnam que serviría para explicar a los más pequeños por qué luchamos en esa guerra frente a la avalancha de propaganda liberaloide que transmitían los medios de comunicación. El proyecto contaba incluso con un equipo. Harold Meyer, un antiguo compañero mío del East High School de Des Moines, había trabajado en producciones del enfermo mental de Ralph Bakshi y, harto de las constantes tomaduras de pelo del israelí, había decidido probar suerte por su cuenta, con lo que no fue difícil convencerle. Yo mismo me ocuparía de los guiones y con un presupuesto bastante ajustado, consideramos que podíamos hacer algo bastante bueno, algo que revolucionase los dibujos animados.

Pero el primer portazo nos le dio nada menos que el propio Pat Robertson, el cual se negó tajantemente a producir y emitir la serie. Así que ni cortos ni perezosos, decidimos que Virginia Beach no era el mejor lugar para intentar probar suerte con una serie tan animadora y trasladamos todo el equipo a Los Ángeles. Allí los problemas no harían sino aumentar, ninguna productora estaba dispuesta a darnos un voto de confianza.

 Si en la Segunda Guerra Mundial se pudo, ¿por qué no en los '80?

Por suerte, al cabo de un año dando vueltas, gracias a un contacto de Meyer, tuvimos la oportunidad de conocer al mismísimo Ron Miller en persona. Miller no estaba interesado en una serie de animación con personajes humanos que combaten en una guerra tan controvertida como Vietnam. Así que la idea original fue sustituyéndose paulatinamente por una serie de animales antropomórficos que combaten en la Segunda Guerra Mundial. A mi no me hacía la más mínima gracia, pero por momentos seguía pensando que se trataba de mi primera idea original solo que con unos leves matices. A Meyer, sin embargo, le entusiasmaba la idea.

Este fue el primer logo de la que más tarde sería la MTv infantil...

Miller apostó bastante fuerte por nosotros y, aunque en un primer momento se pensaba en producir la serie para vender los derechos de emisión a algún otro canal, la cosa fue degenerando en una serie cada vez más infantil en la que la guerra quedaba como un elemento de contexto secundario para hacer principal hincapié en las alegres y divertidas aventuras de dos personajes con cara de perro e hipopótamo, el sargento Toby, y el cabo Hippo. Con este formato y añadiendo canciones, se planteaba emitir en el propio canal recién creado por la Disney. Incluso se planteó una fecha para empezar a emitir en septiembre.
En la primavera de 1984, mientras nosotros nos encontrábamos entusiasmados trabajando en lo que pensábamos, sería la culminación de dos largo años de trabajo, la Disney vivió, como ya saben ustedes, un auténtico golpe de mano de Roy E. Disney que sustituyó a Miller por el despreciable Eisner. En un primer momento pensamos que el asunto no nos afectaría lo más mínimo, pero con el paso de los meses, comenzaron a llegarnos insinuaciones acerca de la pertinencia del proyecto. Para empeorar las cosas, los estudios Disney hicieron una oferta directa a Meyer para trabajar en otros proyectos, disolviendo nuestra sociedad con el trabajo a medio hacer. Y en septiembre, finalmente, el propio Eisner se tomó la molestia de comunicarme que nuestra serie jamás sería emitida. Me enfadé porque había sido mucho tiempo de trabajo y a partir de ese momento tendría que volver a empezar, en esta ocasión sin Meyer a mi lado. Pero no sabía ni la mitad de las cosas. En el contrato que habíamos firmado con Miller, la Disney se reservaba, no solo el derecho de modificación de la obra, sino también su total exclusividad. Eisner me había dejado en la calle, me había robado a mi socio y se había apropiado de la mejor idea de mi vida, sin siquiera la intención de emitirla jamás. Y lo había hecho solo para acabar conmigo. Me lo hizo saber así. Sin ninguna dificultad y sin que afectase lo más mínimo a su trabajo, había tirado por tierra todos mis proyectos. A él no le importaba lo más mínimo si se llegaba a emitir Las Aventuras de Hippo en Disney Channel. A él solo le interesaba acabar conmigo. Yo no entendía por qué.

Ron Miller. No hubo más bum-bum para este baby san... Ni para el Sgt. Toby.

Entonces, tras varias reclamaciones y una amenaza de demanda que, tal y como mis abogados me dijeron, no tenía la más mínima oportunidad de prosperar, Eisner me hizo llegar una carta. En la carta se burlaba de mí abiertamente. Y concluía con: “Gracias por tus ideas, quizá le demos alguna utilidad ahora que son nuestras. Si quieres, yo me encargaré personalmente del funeral del cabo Hippo. ¡Hasta contrataré un payaso!”. Y entonces el recuerdo iluminó mi cabeza, al tiempo que un único pensamiento me asaltaba. Hijo de puta rencoroso…

sábado, 14 de abril de 2012

Reaganautas 2, IX - 12 de abril de 2012



Esta semana en Reaganautas, el regreso tras el parón vacional de toda la actualidad y alarmismo radiofónico para sus orejas. Con un sorprendente documento sonoro del pasado de Jimmy Weaver como detective en Cincinnati. Toda la información internacional y la terrible noticia de la retirada de Richi Santorum de las primarias republicanas. Las aventuras de Timmy 'el botas' tras consumir productos alimenticios de dudosos efectos de la mano de Jerry Conway. Y una historia de sexo y ciencia con eróticos resultados narrada por Sveta Sokolova.

Todo esto y mucho más en una hora de patrióticos contenidos en Reaganautas.

domingo, 8 de abril de 2012

"La mancha de la cabeza de Gorbachov sabía salada"

Cada jueves, Sveta Sokolova rispond
 Sveta Sokolova ha irrumpido en el panorama radiofónico como un vendaval de curiosidad sexual, un fenómeno nunca visto desde el descubrimiento de Timmy el Botas o la ascensión de Howard Stern.
Cada semana esta sexy y menuda rusita risonde a todas las preguntas del público en su espacio dentro del programa radiofónico de moda: Reaganautas.
La nueva estrella del asesoramiento sexual y amoroso se nos descubre (si, también literalmente) en esta entrevista.

¿Qué hace una rusa como tú en un programa como éste?
Cuando llegué a este país trabajé en un local en el que los clientes me dejaban la propina en el escote. Después acepté un trabajo cuidando niños en la casa de unos particulares. Cuando vi que el padre de familia me daba el dinero en la mano en vez de metérmelo en el escote me extrañó muchísimo ¿desde cuándo se le paga a una mujer en la mano? En América hay mucha gente reprimida sexualmente y mis compañeros de Reaganautas, que también se habían dado cuenta de ello, me invitaron a ayudar a los americanos a desinhibirse y ser hombres más libres todavía.

En Reaganautas contestas a todo tipo de preguntas picantonas ¿cómo sabes tanto?
Porque me he abierto mucho. Me refiero mentalmente, soy una chica extrovertida, a la que le gustan los regalos caros y el perfume de marca. Los chicos se dieron cuenta de que podían pasar un buen rato conmigo si me traían algo más que unos bombones. He ido a muchas fiestas en embajadas y sedes del gobierno de diversos países, donde he conocido a muchos amigos especiales con bonitas billeteras y porongas de todas las formas, tamaños y colores. Soy una filántropa.

Para que nuestros lectores se hagan una idea de cómo era aquello y por qué estás aquí ¿Cómo fue tu infancia en Rusia?
Nací en un pueblo al norte de San Petersburgo, en el seno de una familia humilde aplastada por el comunismo. Mi padre trabajaba en el gabinete de propaganda estalinista. Mi madre luchó duramente para que no formara parte del elenco de jóvenes señoritas de compañía para los mandatarios del régimen. Pero más tarde decidí que el mundo de las señoritas de compañía podría ser una salida divertida en un país tan aburrido y gris como la URSS. Cuando murió mi primer marido, mi querido primo Kiril con el que llevaba prometida desde los doce años,  me metí en una agencia de modelos de lencería y busqué un marido con solvencia para pagarme los estudios. Con la herencia que me dejó mi segundo marido, apenas teniendo yo diecinueve años, me compré un billete de avión a París y le compré un rebaño de ovejas a mi padre. En París monté mi propia agencia de señoritas, pero eso ya es otro capítulo. Recuerdo haberle chupado la mancha de la cabeza a Gorbachov y que estaba salada.

"¿Se te ocurre algún juego?"
¿Ya habías desarrollado todo ese interés en el sexo?
En mi primera comunión mi tío Vasily me dijo que quería hacerme un regalo. Me llevó a una habitación retirada del bullicio del festejo y se bajó los pantalones. De sus calzoncillos sacó un enorme y alargado crucifijo y me dio su bendición. Cuando se sacó el crucifijo pude ver algo, algo escondido que yo no tenía bajo mi ropa interior, me pregunté qué era durante mucho tiempo, hasta que unos años más tarde intimé por primera vez con un chico descubriendo el que hasta entonces, y más aún a partir de ese momento fuera el objeto de mi curiosidad.

Hemos podido escuchar rumores sobre algún escarceo tuyo con alguno de los miembros de Reaganautas ¿Es cierto? ¿Crees que es así como debe conseguir un trabajo una joven y preparada mujer con ambición?
Bueno, yo..no sabía que eran locutores de mi más admirado programa radiofónico, Reaganautas. En aquella fiesta había mucha gente. De hecho, cuando el señor Weaber me dijo su nombre tenía un dedo en mi vagina. A Hoth se lo pregunté, porque quería demandarle por que se empeñó en llevar a cabo aquella propuesta conmigo y esa oveja. Respecto a Conway, bueno, simplemente me gusta saber el nombre de la persona a la que estoy esposada. Así los conocí, lo que haya ocurrido entre nosotros no tiene nada que ver con mi carrera profesional, sino con mi bonita figura.

Muchos de los oyentes del programa ya se te han declarado en tan solo dos meses ¿Cómo es el hombre ideal para Sveta Sokolova?
Rudo, con un instinto animal desarrollado y un bonito coche americano en su garaje. Dispuesto a darlo todo por su chica y defenderla de los rojos salidos que rondan su jardín a modo de voyeurs, incluso aunque tenga que hacer uso de alguna de las armas de su colección.

¿Has estado enamorada? ¿Crees en el amor?
Creo en el amor. Pero todavía no he encontrado al hombre ideal para el que seré su princesa. De hecho me reservo para ese hombre, es decir, que las palabras “te quiero” se las guardo para él, y el camisón de la dote que heredó mi madre de mi abuela también lo reservo para esa noche especial con mi amado.

"Esta cama es demasiado grande para mí sola."
¿Qué es lo que más te gusta en la cama?
La cama es un lugar de fusión heterosexual y romanticismo, un sitio muy clásico y tradicional. La cama es aquel lugar donde nos hicieron nuestros padres, por eso me gusta respetarlo. En la cama, a no ser que tenga forma de corazón o colchón de agua, lo que más me gusta es hacer el misionero y otras posturas de sumisión. En el jardín, el autocine o la mesa del profesor prefiero actividades más arriesgadas. Por eso siempre llevo juguetes sexuales en el bolso, esposas forradas de terciopelo y secretos vibradores en mi interior. Sin embargo, en el cajón de mi mesilla de noche sólo encontrarás una Sagrada Biblia.

¿Algo que nunca harías? ¿Dónde crees que está el límite, si lo hay?
Porno gay. No soporto la caracterización con latex y los bigotes falsos. Tendría que  vendarme los pechos para ocultarlos y poner voz de hombre. Me niego. El límite lo pone el dinero.

¿Cuál es la parte de tu cuerpo que más te gusta?
Me encantan mis pezones. Siempre he pensado que la auténtica bandera de un país son las porongas de sus habitantes y los pezones de sus hembras. Los míos son gélidos y difíciles de domar, como Rusia, pero grandes y libres como los Estados Unidos de América.

En un reciente programa descubrimos que Timmy El botas está enamorado de ti ¿Tiene alguna posibilidad?
No podría corresponderle con mi amor, pero me parece un gesto adorable por su parte. En cualquier caso, Jerry Conway es un buen amigo, y sé que con unos cócteles demás podríamos llegar a un acuerdo. Él está al cargo de Timmy ahora y sabe que no hay nadie mejor que yo para introducirle por los senderos de la sexualidad, al fin y al cabo es mi trabajo. Eso sí, serían  sólo negocios.

¿Tiene Sveta precio?
Al igual que todas las mujeres, animales exóticos, trabajadores remunerados y objetos de coleccionista. Para algunos, será como si no lo tuviera, porque Sveta tiene un precio alto que no todos pueden pagar. Por supuesto, yo elijo cuanto cuesto dependiendo del “comprador”.

"Parece que tienes una pequeña taquicardia"
¿Qué es lo que más te gusta de Reaganautas?
Mentiría si no digo que lo que ocurre bajo la mesa, al principio me sentía molesta, pero he aprendido a disfrutarlo. Por otra parte, creo que es más correcto decir que lo que más me gusta de Reaganautas son mis oyentes. Sin ellos, lo que ocurre debajo de la mesa no sería posible.

¿Dónde te ves en unos años, Sveta, medrando como lo haces?
En la Casa Blanca, pero no como he estado anteriormente, bajo la mesa del despacho oval con el pintalabios corrido y el presidente agarrándome de la cabellera. Me veo siendo  esa mujer que hay detrás de todo gran hombre ¿Por qué no creerán que una mujer, por muy bonita que sea está capacitada para ocupar la presidencia?

Un consejo para nuestros lectores.
Salgan desnudos a la calle, pongan la poronga sobre el mostrador de su tienda de alimentación habitual y muestren a esos trabajadores emigrantes quien manda. Y ustedes, senioras ¿han probado a cocinar pastelitos desnudas? ¡El calor del horno da mucha gusto ahí abajo!

lunes, 2 de abril de 2012

Eisner no quiso contratarme (II) – De canoas y payasos

Continúo, queridos lectores y patriotas, con el relato de como Michael Eisner libró una guerra de exterminio contra mi carrera profesional impidiéndome sistemáticamente llevar a buen puerto mis proyectos.

La pasada semana les explicaba quién se oculta detrás del nombre de este empresario y directivo de éxito, como se hizo con el control de una Disney que caminaba de la mano de un ex jugador de fútbol americano hacia la quiebra y la convirtió en una de las compañías mas rentables de la industria audiovisual y en un auténtico gigante multinacional con millones de beneficios anuales. Pero esta semana debemos viajar atrás en el tiempo para comprender los motivos que impulsaron a Eisner a truncar mis esperanzas de éxito cada vez que se le presentó la ocasión. Viajar atrás, hasta los felices años ’50.
¡Pégale fuerte, Ike!

Eisenhower ocupaba la Casa Blanca y el American Way of Life nos convertía en la nación más alegre del mundo. Por aquellos tiempos yo era un feliz y soñador muchacho con toda la vida por delante y la cabeza repleta de sueños. Me imaginaba a mi mismo pilotando un F-104 Starfighter y reconquistando yo solo Corea del Norte o subiendo hasta la estratosfera para derribar Sputniks soviéticos. Mi padre comenzó a preocuparse porque según él, no era normal que un muchacho de quince años se pasase el día yendo de un lado para otro con los brazos extendidos imitando el sonido de un avión, en lugar empezar a correr tras las faldas de las muchachas como todos mis compañeros de East High School de Des Moines. Así que decidió tomar cartas en el asunto y enviarme en el verano de 1958 al Keewaydin Canoe Camp, en Vermont, donde según él, me convertiría en un auténtico ‘moosalamoo’, significase lo que significase aquello. Mi padre afirmaba que allí me enderezarían, me bajarían de las nubes y me convertirían en un auténtico hombre de provecho.
En aquellos años, todos soñabamos con pilotar un Starfighter
Resulta que moosalamoo era la categoría de jóvenes Keewaydin de entre 14 y 16 años,  adiestrados para la supervivencia. Me pregunto como se supone que nos adiestraban para la supervivencia en el bosque, la montaña o en cualquier punto de América tras el holocausto nuclear inminente en ese maldito campamento. Me pregunto también como se supone que iban a enderezarnos y convertirnos en muchachos americanos de provecho con la variedad de estrategias pedagógicas que se aplicaban allí. Porque en el Campamento de Canoas Keewaydin lo único que se hacía era, nada más y nada menos que, remar en una canoa. ¿Tienes problemas de autoestima? Rema en el lago. ¿Eres más grueso que tus compañeros de clase y te llaman gordi? A remar en el lago. ¿Tienes un claro problema psicológico que te impulsa a prender fuego a las cosas? ¡¡Rema en el maldito lago!!
¿Divertido? No...
Nada más llegar allí me presenté como el capitán de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos Johnny R. Hoth. Y ellos contestaron a mis heroicas aspiraciones marciales como tantas otras veces se ha contestado a los veteranos en este país: propinándome una de las mayores palizas que he recibido en mi vida en tiempos de paz (hay que admitir que los sistemas educativos para los jóvenes eran un tanto más bruscos en aquella época). Los encargados de darme la paliza fueron los llamados moosalamoo senior, es decir, los muchachos de 16 años del campamento. Y entre ellos destacaba (¿adivinan?) un bobalicón de mirada aviesa y rostro de orangután llamado Mickey Dammann Eisner.
Eisner ya daba muestras en aquella época de lo que era. Para empezar, se pasó todo el maldito verano haciéndonos la vida imposible a los chavales más jóvenes que él. Nos trataba como si fuésemos malditos novatos de una fraternidad universitaria, fuese o no fuese nuestro primer año en el campamento. En cierta ocasión le metió en los pantalones a un muchacho una serpiente de agua y le obligó a cantar y bailar Shoo Shoo Baby. Pero cuando se encontraba delante de los monitores o de campistas mayores que él, el maldito hipócrita se ponía a sonreír más que si tuviese el tétanos­.
Encima el tipo no dejaba ni por un instante de darse aires. Se paseaba por allí como si fuese el dueño del corral presumiendo porque su bisabuelo, Sigmund, había sido el jodido proveedor de los uniformes de los boy scouts. ¿Puede haber un motivo más mierdoso para darse aires? Su bisabuelo era un miserable costurero judío que fabricaba los uniformes para una organización juvenil fundada por un jodido simpatizante de los nazis confeso. ¡Enhorabuena Michael! Por supuesto todo ese asunto del judaísmo escapaba a mis ámbitos de conocimientos en aquella época y nunca le ataqué con ninguna clase de insulto antisemita. Como mucho le llamaba orangután. Y tampoco es que se lo llamara a la cara, solo lo decía cuando él no estaba porque si me hubiese pillado diciéndolo me habría dado una paliza. Todo habría sido distinto si hubiese tenido mi Lockheed F-104 listo para el combate. Entonces Mickey Dumbann Eisner se habría enterado de lo que sucedía al meterse con un coronel condecorado de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos de América (consideraba el tiempo que había pasado en Keewaydin como servicio prestado en combate e imaginariamente había sido ascendido y condecorado).
El viejo Sigmund Eisner en cuestión.
El caso es, que cuando se es joven, a uno se le ocurren cosas muy imaginativas para vengarse de un abusón. Y además en aquella época se dispone de la energía o de la inconsciencia suficiente para llevarla a cabo. Durante lo que duró el campamento, Eisner no se limitó a maltratar a los que eran más débiles que él y lamerles el culo a los monitores. También dio rienda suelta a su efervescencia adolescente. Había una chica por allí, Cindy Harter, que era sobrina del tipo que dirigía el campamento Songadeewin, el equivalente a Keewaydin para chicas. Cindy tenía los dientes torcidos, una voz horrible y una actitud tremendamente desagradable, lo que hizo inevitable que entre ella y Dumbann Eisner surgiese un romántico idilio de verano. Por ser la sobrina de Doc Harter, la muchacha podía escaquearse de la estupidez de las canoas siempre que quisiese e iba de un lado para otro con un perro ridículo al que llamaba Archer en honor al héroe de la II Guerra Mundial, según ella, a pesar de que el aspecto del cánido hacia pensar en que era bastante más viejo que el propio general Vandergrift.
Las cosas que decía mi madre siempre habían tenido como único objetivo proporcionar el bien a la gente. Ella no albergaba ninguna maldad, pueden estar seguros. No ha habido una mujer de mayor corazón en todo Iowa. Así siguiendo una lógica aplastante, invirtiendo las cosas que decía se podía lograr hacer mucho mal.
Así que ni corto ni perezoso, decidí dar la vuelta a uno de los consejos que más frecuentemente repetía. No resultaba fácil, porque no encontraba la manera de hacer comer a Eisner del comedero de Archer. Por más que le daba vueltas, no era capaz de inventar una manera para engañarle y que lo hiciese. Pero, en ocasiones, la suerte se pone de parte del débil. Antes de que acabase el verano, a ninguno nos sorprendió, Archer murió como un maldito perro. Al fin y al cabo es lo que era, y por eso no nos sorprendió. El idiota se lazó desde uno de los embarcaderos al lago para atacarse a si mismo al ver su reflejo y se ahogó. Puede decirse que fue el último acto de combate del general. Y en ese momento se hizo innecesario que Michael comiese de su comedero. Porque, si queridos lectores y patriotas, aquel acontecimiento me dio la oportunidad de contratar a un payaso para un funeral.
Una foto de aquellos tiempos del lago. En realidad, en los años '50 se veía a color.
Todo fue extremadamente sencillo. Eisner tuvo la brillante ocurrencia de organizar el funeral para el maldito perro con el pretendido objetivo de ganar puntos frente a la inconsolable Cindy. Pero aunque delante de ella apareciese como un auténtico caballero y mostrase todo su sentimiento para expresar lo profundamente que le había afectado la muerte de ese repugnante perro, en realidad, por supuesto, no iba a ensuciarse las manos haciendo ninguna tarea, empezando por sacar al maldito animal del lago. Así en cuanto tuve oportunidad, convencí a los otros muchachos de vengarnos de una vez de él.
Kevin Gustavson, uno de los chicos de primer año de moosalamoo, fue quién interpretó al payaso. Se suponía que tenía que vestirse con unos pantalones de monitor que le quedaban grandes con unos tirantes, una camisa de leñador y, con la cara pintada con las pinturas del teatrillo Wampanoag, hacer un poco el imbécil para sabotear el funeral. Pero el caso es que Gustavson se tomó demasiado en serio el asunto del sabotaje y se puso a mear encima del perro. La Harter se puso a chillar como una histérica y Eisner se lanzó encima de Kevin como un oso Kodiak. Los demás no sabían muy bien que hacer pero yo no podía parar de reírme. Cuando Eisner alejó su atención del magullado Gustavson, preguntó de quién había sido la idea. Y esos miserables traidores me vendieron a los dos segundos. Dos segundos exactos.
Como dice el dicho: 'Perro idiota no sabe nadar'.
En ese momento pensé que Michael iba a matarme y que ya que iba a morir, por lo menos iba a hacerlo feliz porque no podía parar de reírme. Pero no me pegó. Solo se acercó a mí y me dijo: “Voy a dedicar el resto de mi vida a hacer de la tuya un maldito infierno, Hoth”. Bueno… no sé si empleo esas palabras exactamente, pero fueron algo parecido. ¡El mensaje implícito era ese! El caso es que, de haber sabido hasta que punto esa rata rencorosa iba a tratar de cumplir su amenaza, quizá no me habría reído tanto.
Bueno, no se si sería gracias al terapéutico plan educativo a base de canoas y remos de Keewaydin, pero desde luego, cuando regresé a Des Moines, dejé de ir de un lado para otro imitando el sonido de un Starfighter. Al año siguiente me cuidé mucho de que mi padre me mandase de nuevo a ese maldito campamento buscándome un trabajo de verano. No es que tuviese miedo de volver a encontrarme con Eisner ni nada por el estilo, pero no me llamaba la atención pasar otro maldito verano en el lugar más remoto del este norteamericano. Un par de años después, acabé el instituto y me alisté en el ejército. Sin más noticias sobre ninguno de los muchachos de Keewaydin, simplemente me olvidé de Michael Eisner. Y no volvería a saber de él hasta muchos años más tarde, después de mil y una aventuras en el sudeste asiático. Pero esa, queridos lectores y patriotas, es otra historia.